Emma Rodríguez © 2024 / En una carta enviada al poeta Stephen Spender en 1935 señala Virginia Woolf que para ella los “escritores vivos”, sus coetáneos, eran gente que cantaba “en la habitación de al lado; demasiado alto, demasiado cerca” y que por eso le costaba emitir juicios sobre ellos, percibir la grandeza, la genialidad de sus obras. Al adentrarme en la correspondencia de la escritora, que acaba de publicar la editorial Páginas de Espuma, bajo el título Una carta sin pedirla, subrayé esta declaración porque si algo ofrece este libro es una larga y continuada conversación entre, y sobre, muchas de las principales figuras de las letras del siglo XX...
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